Cuestión de fe.

1:52 / Publicado por Lucas /

El miedo, presente siempre en aquel que reflexiona sobre sí, miedos que se arrastran por años, durante relaciones, se mantienen, crecen o desaparecen. Y en nuestra interioridad, en nuestras mentes, existen las creencias de posibles soluciones, soluciones que se proyectan en personas, en metas, en objetos, en futuros de ensueño, mientras tal vez el presente es una mierda, con los mismos miedos de ayer. La gente pasa, los rostros cambian, aun aquellos que se siguen viendo, cambian, pero los miedos, cambian acaso?.

El miedo que hoy tengo, es el mismo que tuve ayer, en mi adolescencia, en mi juventud, en los inicios de esta adultez, se me encoge el corazón y siento frío, el frío de sentirme solo, y de sentir que lo bueno pasó y no repetirá, que poco duró, pero en realidad, lo que hago es una sobreidealización de mi pasado, para mentirme, para no aceptar que este miedo nunca ha desaparecido, el mundo es para valientes, para fuertes, que valiente no es quien no siente miedo, sino más bien, para quien siente miedo y puede con él.

El día que finalmente muera, ese día dejaré de sentir miedo, cuando desaparezca esta necesidad de sentirme amado. El miedo al rechazo que sentimos todos, animales sociales, el miedo a fallar de nuevo a quien merece algo bueno, de fallarse a sí mismos, de que nosotros mismos seamos la causa de nuestro hundimiento, la mano que sumerge nuestras propias cabezas bajo el agua, el miedo a que no exista un pago justo para quien hace lo correcto, porque el mundo está loco, porque parece que Dios lo ha abandonado, sin embargo, dentro de mi, hay cosas buenas, y en mi debate eterno de lo bueno y lo malo, siento una fuerza que me guia y me dice que lo correcto existe, que el desorden no es bueno, que siembro con mis acciones, el fruto que obtendré, mi karma. Y yo, que me canso a veces, que necesito apoyo, me doy cuenta y me aterra, que tenemos capacidad para sufrir aun más, que las pruebas vienen cuando menos lo quisieramos, cuando más fragiles estamos y que en esas ocasiones, lo correcto parece ir en contra de nuestra conveniencia, que implica renunciar al egoismo y a creer que somos el centro del universo, a aceptar que nuestro dolor no es escusa para dañar a otros, que cada persona siente miedos, al igual que nosotros, que el respeto es un hilo delgado difícil de distinguir.

Al menos para mi, no existe la incertidumbre de a qué he venido, he venido para vivir, lo bueno y lo malo, lo mundamo y lo profundo, lo excéntrico y lo pobre, la naturaleza lo ha querido, me mantiene vivo, que decida ella el día de mi muerte y no yo, que cuando me sienta débil, a ser valiente, como lo fueron los sobrevivientes del holocausto, admirados héroes, que probaron el máximo de la resistencia humana, el umbral del dolor.

Al fin de cuentas, más que depresivo, soy un optimista, ...un creyente del amor. Es una cuestión de fe.